La Convolvulus arvensis L., comúnmente conocida como correhuela, es una especie de planta herbácea perteneciente a la familia Convolvulaceae. Esta planta, nativa de Europa y Asia, ha sido objeto de interés tanto por su capacidad adaptativa como por su impacto en los ecosistemas agrícolas y naturales.
La correhuela es una planta perenne que se caracteriza por su tallo delgado y voluble, capaz de crecer hasta 2-3 metros de longitud. Su naturaleza trepadora le permite enredarse en otras plantas, cercas y estructuras, lo que a menudo la convierte en una especie invasora difícil de controlar en entornos agrícolas. Los tallos son extremadamente flexibles y pueden presentar una superficie glabra o ligeramente tomentosa.
Las hojas de la Convolvulus arvensis son variables en forma, generalmente triangulares, deltoides, ovaladas o hastadas, y miden entre 2-5 cm de largo por 15-35 mm de ancho. Estas hojas pecioladas se disponen en espiral a lo largo de los tallos, con una base cordada o sagitada y un ápice acuminado, lo que les confiere una apariencia distintiva.
Las flores de la correhuela son hermafroditas y presentan una corola campanulada de color blanco o rosa pálido, con márgenes levemente tomentosos. Estas flores tubulares, que miden entre 20-25 mm de largo, se disponen de manera axilar, ya sea de forma solitaria o en pequeños grupos sobre un pedicelo corto. La floración ocurre entre los meses de enero y octubre, ofreciendo un espectáculo visual durante gran parte del año.
El fruto de la Convolvulus arvensis es una cápsula globular lisa que alberga en su interior pequeñas semillas ovaladas, suculentas y de color pardo-oscuro. Este mecanismo de reproducción, junto con su robusto sistema radicular, compuesto por rizomas y raíces laterales que pueden penetrar más de 10 metros de profundidad, contribuye a su gran capacidad de propagación y supervivencia.
Desde el punto de vista agronómico, la correhuela representa un desafío significativo. Su tendencia a competir por luz, agua y nutrientes puede reducir considerablemente el rendimiento de cultivos como hortalizas, cereales y frutas. Además, su control mediante métodos tradicionales de labranza es ineficaz debido a la capacidad regenerativa de sus rizomas, que rebrotan con facilidad tras ser cortados.
El método de control más efectivo contra la Convolvulus arvensis es la aplicación de herbicidas sistémicos, que son absorbidos por las hojas y actúan sobre las raíces más profundas. Sin embargo, esta solución no está exenta de controversias, ya que el uso de herbicidas puede tener implicaciones ambientales y para la salud humana.
En términos de composición química, los rizomas de la correhuela contienen convolvulina, una resina con efectos purgantes, así como compuestos como la α-amirina, n-alcanos, β-sitosterol, campesterol y stigmasterol. Las partes aéreas de la planta, tallos y hojas, incluyen alcaloides como la β-metil-esculetina y flavonoides como el kaempferol y la quercetina, que en altas dosis pueden irritar el sistema digestivo.
La Convolvulus arvensis es, por tanto, una planta de gran interés botánico y agronómico. Su estudio y manejo requieren un enfoque multidisciplinario que considere tanto sus características biológicas como su impacto en los sistemas agrícolas y naturales. A pesar de los desafíos que presenta, también es una especie que despierta admiración por su belleza y resiliencia, un recordatorio de la complejidad y diversidad del mundo vegetal.
